La orfebrería de filigrana, cuyos orígenes se remontan a la época fenicia,
adquirió gran importancia en el siglo XVIII: utilizada inicialmente para decorar los trajes de la aristocracia, más tarde se empleó también para las prendas tradicionales de la población menos acomodada. Con la técnica de la filigrana, que está en el corazón de la tradición orfebre sarda, se elaboran diversas joyas, cada una con un significado preciso: la más tradicional es el típico botón sardo de filigrana de oro.